La práctica y el fomento de la lectura son aspectos educativos demasiado relevantes para el desarrollo de los individuos para no someterlos a una cuidadosa planificación. Los currículos educativos españoles, sin embargo, tratan el fomento de la lectura de forma muy tangencial en el desarrollo de las materias y la competencia lectora ni siquiera figura en las competencias básicas, debiendo pensarla como una combinación de varias.
Aunque, a nivel de centro, existen unos planes de fomento de la lectura, auspiciados por la legislación estatal (LOE, LOMCE) y adaptados a su vez por las autonomías, estos dan la impresión de tener un carácter accesorio y demasiado desvinculado de la práctica educativa cotidiana: las actividades de fomento de la lectura son muy puntuales, las bibliotecas escolares no constituyen un espacio acogedor y tienen un horario reducido, las acciones desde el aula suelen estar descoordinadas entre sí y son poco concretas.
Es necesario, en este contexto, una planificación de la práctica y el fomento de la lectura realizada con una perspectiva holística de la educación, superando así las limitaciones habituales de la rígida “disciplinarización”, que suele condenar al olvido a los aspectos más importantes de la educación, por ser en exceso transversales, como es la lectura o la motivación del alumnado. Este panorama organizativo es tanto más inoperante si tenemos en cuenta las características de la cultura digital, como la fragmentación o el descentramiento y el saber difuso ; recontextualizar el ambiente informacional de la escuela ayudará así, a ganar relevancia como centro de aprendizaje de conocimientos reales y dinámicos. El respeto por la cultura popular y la adopción de una “pedagogía de la asociación”, que respete los conocimientos y prácticas de la generación Y al mismo tiempo que permite a los docentes continuar aportando parece ser la única receta a la falta de motivación y desconexión aula/vida real, que se plasma en el “fracaso escolar” rampante.
Así, lo primero que hemos de considerar es qué vamos a planificar: ¿competencias, objetivos, contenidos?, ¿tipos de lectura, géneros, actividades de fomento de la lectura? La organización de esta competencia ubicua no está exenta de dificultad, y las combinaciones considero que son infinitas. Propongo en este trabajo la compartimentalización de la competencia lectora en dos áreas diferentes: de un lado, la lectura realizada transversalmente en cada asignatura; de otro, recrear desde la escuela un ecosistema informacional adaptado a la realidad de la generación Y, en el que reine la libertad individual, la sociabilidad de la lectura y la comunicación entre diversos agentes sociales. De este modo, establecemos dos niveles organizativos: uno a nivel de currículo y otro a nivel de centro. Ambos, sin embargo, deben coordinarse por todo el equipo docente, dotando así a esta competencia de coherencia tanto entre etapas como entre materias.
Ver entrada relacionada: La planificación de la lectura en el contexto educativo (II): los dos niveles
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